PENsAmientos  del che SOBRE CAMILO CIENFUEGOS

 

Homenaje del Ejército Rebelde a Camilo
 (Tomado del prólogo del libro La guerra de guerrillas, del Comandante Ernesto Che Guevara)

Este trabajo pretende colocarse bajo la advocación de Camilo Cienfuegos, quien debía leerlo y corregirlo pero cuyo destino le ha impedido esa tarea. Todas estas líneas y las que siguen pueden considerarse como un homenaje del Ejército Rebelde a su gran Capitán, al más grande jefe de guerrillas que dio esta revolución, al revolucionario sin tacha y al amigo fraterno. 

Camilo fue el compañero de cien batallas, el hombre de confianza de Fidel en los momentos difíciles de la guerra y el luchador abnegado que hizo siempre del sacrificio un instrumento para templar su carácter y forjar el de la tropa. 
Creo que él hubiera aprobado este manual donde se sintetizan nuestras experiencias guerrilleras, porque son el producto de la vida misma, pero él le dio a la armazón de letras aquí expuesta la vitalidad esencial de su temperamento, de su inteligencia y de su audacia, que sólo se logran en tan exacta medida en ciertos personajes de la Historia. 

Pero no hay que ver a Camilo como un héroe aislado realizando hazañas maravillosas al solo impulso de su genio, sino como una parte misma del pueblo que lo formó, como forma sus héroes, sus mártires o sus conductores en la selección inmensa de la lucha, con la rigidez de las condiciones bajo las cuales se efectuó. 
No sé si Camilo conocía la máxima de Danton sobre los movimientos revolucionarios, «audacia, audacia y más audacia»; de todas maneras, la practicó con su acción, dándole además el condimento de las otras
condiciones necesarias al guerrillero: el análisis preciso y rápido de la situación y la meditación anticipada sobre los problemas a resolver en el futuro. 

Aunque estas líneas, que sirven de homenaje personal y de todo un pueblo a nuestro héroe, no tienen el objeto de hacer su biografía o de relatar sus anécdotas, Camilo era hombre de ellas, de mil anécdotas, las creaba a su paso con naturalidad. Es que unía a su desenvoltura y a su aprecio por el pueblo, 
su personalidad; eso que a veces se olvida y se desconoce, eso que imprimía el sello de Camilo a todo lo que le pertenecía: el distintivo precioso que tan pocos hombres alcanzan de dejar marcado lo suyo en cada acción. Ya lo dijo Fidel: no tenía la cultura de los libros, tenía la inteligencia natural del pueblo, que lo había elegido entre miles para ponerlo en el lugar privilegiado a donde llegó, con golpes de audacia, con tesón, con inteligencia y devoción sin pares. Camilo practicaba la lealtad como una religión; era devoto de ella; tanto de la lealtad personal hacia Fidel, que encarna como nadie la voluntad del pueblo, como la de ese mismo pueblo; pueblo y Fidel marchan unidos y así marchaban las devociones del guerrillero invicto. 
¿Quién lo mató? 
Podríamos mejor preguntarnos: ¿quién liquidó su ser físico? porque la vida de los hombres como él tiene su más allá en el pueblo; no acaba mientras éste no lo ordene. 
Lo mató el enemigo, lo mató porque quería su muerte, lo mató porque no hay aviones seguros, porque los pilotos no pueden adquirir toda la experiencia necesaria, porque, sobrecargado de trabajo, quería estar en pocas horas en La Habana... y lo mató su carácter. Camilo, no medía el peligro, lo utilizaba como una diversión, jugaba con él, lo toreaba, lo atraía y lo manejaba; en su mentalidad de guerrillero no podía una nube detener o torcer una línea trazada. 

Fue allí, cuando todo un pueblo lo conocía, lo admiraba y lo quería; pudo habersido antes y su historia sería la simple de un capitán guerrillero. Habrá muchos Camilos, dijo Fidel; y hubo Camilos, puedo agregar, Camilos que acabaron su vida antes de completar el ciclo magnífico que él ha cerrado para entrar en la Historia, Camilo y los otros Camilos (los que no llegaron y los que vendrán), son el índice de las fuerzas del pueblo, son la expresión más alta 
de lo que puede llegar a dar una nación, en pie de guerra para la defensa de sus ideales más puros y con la fe puesta en la consecución de sus metas más nobles. 

No vamos a encasillarlo, para aprisionarlo en moldes, es decir matarlo. Dejémoslo así, en líneas generales, sin ponerle ribetes precisos a su ideología socio-económica que no estaba perfectamente definida; recalquemos sí, que no ha habido en esta guerra de liberación un soldado comparable a Camilo. Revolucionario cabal, hombre del pueblo, artífice de esta revolución que hizo la nación cubana para sí, no podía pasar por su cabeza la más leve sombra del cansancio o de la decepción. Camilo, el guerrillero, es objeto permanente de evocación cotidiana, es el que hizo esto o aquello, «una cosa de Camilo», el que puso su señal precisa e indeleble a la Revolución cubana, el que está presente en los otros que no llegaron y en aquellos que están por venir. En su renuevo continuo e inmortal, Camilo es la imagen del pueblo.
 
 



Discurso en homenaje al Comandante Camilo Cienfuegos

 28 de octubre de 1964

 

Che Guevara,
Compañeros todos: Los actos de recordación de los héroes caídos van constituyendo con el tiempo cierta especie de tarea disciplinaria, y más o menos -quiérase o no- se convierten en un acto mecánico. Por eso, muchas veces personalmente he tratado de hurtarle el cuerpo a la rememoración de compañeros que significan cosas muy importantes en nuestra vida, amigos forjados en la lucha, compañeros de los primeros momentos, de aquellos momentos en que apenas un poco más que los dedos de la mano alcanzaban para numerarse. El recordarlos año tras año en discursos va creando esa mecánica de que les hablaba; mecánica que, para los que han conocido íntimamente a Camilo, por ejemplo, como yo, choca.

Hoy acepté venir aquí, por el hecho de tratarse de recordar a Camilo en este salón, en este edificio, donde su hermano sigue la obra que empezara primero, por circunstancias especiales, sólo Camilo.

Yo quería decirles pocas palabras y tratar de expresarles lo que creo que significa, Camilo. Es muy difícil, casi imposible diría.

Yo, conocí a Osmani, a través de Camilo, un día de derrota, uno de los tantos días de derrota que tuvimos que afrontar. Nos habían sorprendido; en la huida yo perdí mi mochila, alcancé a salvar la frazada nada más, y nos reunimos un grupo disperso. Fidel había salido con otro grupo. Éramos unos 10 ó 12. Y había más o menos una ley no escrita de la guerrilla que aquel que perdía sus bienes personales, lo que todo guerrillero debía llevar sobre sus hombros, pues debía arreglárselas. Entre las cosas que había perdido estaba algo muy preciado para un guerrillero: las dos o tres latas de conserva que cada uno tenía en ese momento.

Al llegar la noche, con toda naturalidad cada uno se aprestaba a comer la pequeñísima ración que tenía, y Camilo -viendo que yo no tenía nada que comer, ya que, la frazada no era un buen alimento- compartió conmigo la única lata de leche que tenía; y desde aquel momento yo creo que nació o se profundizó nuestra amistad.

Tomando sorbos de leche y disimuladamente cuidando cada uno de que el reparto fuera parejo, íbamos hablando de toda una serie de cosas. En general versaba la conversación sobre comida, porque, las conversaciones de las gentes versan sobre los problemas más importantes que le aquejan, y para nosotros la comida era una obsesión en aquellos días. Así, me contó del arroz… no, de la harina, creo que la harina con cangrejo, que era una especialidad de la mamá de Camilo, y me invitó a comerla después del triunfo.

Y así conocí a Osmani, también, aquella noche de fraternidad guerrillera, mientras compartíamos la lata de leche.

Hasta ese momento, no éramos particularmente amigos; el carácter era muy diferente. Desde el primer momento salimos juntos. Desde el Granma, desde la derrota de Alegría de Pío estábamos juntos, sin embargo, éramos dos caracteres muy diferentes. Y fue meses después que llegamos a intimar, extraordinariamente.

Chocábamos por cuestiones de disciplina, por problemas de concepción de una serie de actitudes dentro de la guerrilla. Camilo en aquella época estaba equivocado. Era un guerrillero muy indisciplinado, muy temperamental; pero se dio cuenta rápidamente y rectificó aquello. Aun cuando después, hiciera una serie de hazañas que han dejado su nombre en la leyenda, me cabe el orgullo de haberlo descubierto, como guerrillero. Y empezó a tejer esa urdimbre de su leyenda de hoy, en la columna que me había asignado Fidel, mandando el Pelotón de Vanguardia.

Después, fue comandante; escribió en el llano de Oriente una historia muy rica en actos de heroísmo, de audacia, de inteligencia combatiente e hizo la invasión, en los últimos meses de la guerra revolucionaria.

Lo que a nosotros -los que recordamos a Camilo como una cosa, como un ser vivo- siempre nos atrajo más, fue, lo que también a todo el pueblo de Cuba atrajo, su manera de ser, su carácter, su alegría, su franqueza, su disposición de todos los momentos a ofrecer su vida, a pasar los peligros más grandes con una naturalidad total, con una sencillez completa, sin el más mínimo alarde de valor, de sabiduría, siempre siendo el compañero de todos, a pesar de que ya al terminar la guerra, era, indiscutiblemente, el más brillante de todos los guerrilleros.

A los pocos meses del triunfo, cuando todavía estábamos en la efervescencia de la destrucción del viejo orden y apenas comenzaba a discutirse sobre la necesidad de la organización, Camilo murió.

Pero a mí no me cabe duda de que así como rectificó aquellos primeros errores de los días nacientes de la guerrilla y se convirtió en el mejor de todos nosotros, así también se hubiera adaptado a las exigencias de esta nueva época, y hubiera sido una columna firme en la organización del Ejército, o en la organización de cualquier organismo, cualquier parte del Estado que le fuera confiada.

Sin embargo, toda esta parte, no ha podido ser ni presenciada, ni ejecutada, ni colaborar en su ejecución, por Camilo. Nos cabe sólo pensar, en lo que podría haber hecho, pensar en la ausencia que dejó, en aquellos momentos en que todavía la conjunción de las fuerzas revolucionarias no se había deslizado plenamente, y el papel que jugaba cuando, con su autoridad indiscutida en toda una serie de discusiones, de malquerencias que existían entre los revolucionarios, surgía Camilo para imponer siempre el llamado a la cordura, el llamado a hacer prevalecer los principios y el espíritu revolucionario sobre cualquier querella del momento.

Toda esa etapa de Camilo tampoco se conoce, porque las historias de las revoluciones tienen una gran parte subterránea, no sale a la luz pública. Las revoluciones no son movimientos absolutamente puros; están realizados por hombres, y se gestan en el medio de luchas intestinas, de ambiciones, de desconocimientos mutuos. Y todo eso, cuando se va superando, se convierte en una etapa de la historia que, bien o mal, con razón o sin ella, se va silenciando y desaparece.

Nuestra historia también está llena de esas desavenencias, está llena de esas luchas que a veces fueron muy violentas; está llena de desconocimiento de nosotros mismos; y, producto de ese desconocimiento: desconfianzas, formaciones de grupos, luchas entre grupos y, al mismo tiempo, la reacción trabajando dentro de ella. Allí es donde hay también un gran trabajo de Camilo que se desconoce. Y fue evidentemente un factor de unidad.

Hoy se puede hablar de todo aquello porque es el pasado, porque se ha constituido el Partido, e incluso el Partido después, sujeto a una serie de errores, ha sido depurado, ha sido reestructurado y reorientado, y la unidad nueva, sobre la base del único enemigo, el enemigo común que es el imperialismo, se ha hecho en Cuba y ya se puede hablar de aquella etapa, una de las tantas etapas difíciles de la Revolución donde muchos hombres desconocidos, o poco conocidos jugaron un papel importantísimo.

Hoy estamos ligados totalmente al mundo socialista, mundo cada vez más potente, más pujante, enfrentados en una trinchera que es de primera línea pero que tiene muchas trincheras y mucha fuerza atrás y a los lados contra el imperialismo. Hoy hay todo un bloque de países no alineados que se reúnen para condenar el imperialismo y apoyar a Cuba. Y la tarea es distinta, mucho más fácil. Ahora el enemigo se visualiza y todo el pueblo lo visualiza. En aquellos momentos era necesaria la presencia de los hombres que no tuvieran la más mínima ambición personal, la más mínima desconfianza, que fueran hombres enteramente puros y dedicados a la tarea revolucionaria exclusivamente, para poder realizar lo que casi podría llamarse el milagro de la unidad. Y a esa clase de hombres pertenecía Camilo. ¡Y los hay pocos!

Todos nosotros, la mayoría, por lo menos, tenemos muchos pecadillos que contar de aquellas épocas, muchas suspicacias, desconfianzas a veces hasta malas artes empleadas con un fin que considerábamos muy justo, pero con métodos que a veces -muchas veces- eran incorrectos. Y nunca se puede decir que Camilo haya recurrido a ellos.

Claro que se puede pensar que Camilo es el muerto, y que de los muertos se puede hablar en forma distinta. Y es natural que si Camilo estuviera vivo y presente entre nosotros, un sentimiento hasta de pudor natural nos impedirían decir cosas como estas, pero son absolutamente justas.

Esa es la significación que tiene Camilo para nosotros. Difícil de expresar, difícil de mostrar ante ustedes, porque definir en lo que vale un compañero, en lo que vale internamente para cada uno de los que tuvo alguna responsabilidad en la lucha revolucionaria y en el período de construcción, es algo muy difícil. Pero quería, simplemente, anotar ante ustedes, aunque fuera esa significación interna, privada, que tiene para mí, para muchos de nosotros, Camilo.

Y la seguridad, expresarles la seguridad de que aquel ¿«voy bien»? de Fidel, cuando le preguntara a Camilo, en la Ciudad Militar a los primeros días o el primer día de su llegada a La Habana, no significa la casualidad de una pregunta hecha, a un hombre que de casualidad estuviera a su lado, era la pregunta hecha a un hombre que merecía la total confianza de Fidel, en el cual sentía, como quizás en ninguno de nosotros, una confianza y una fe absoluta.

Y por eso, aquella pregunta es todo un símbolo, un símbolo de lo que significara Camilo. Seguirán pasando los años, tendremos muchas luchas por delante, nuestra importancia en el mundo acrecentada día a día, hará que se escriba una historia desde perspectivas diferentes. Y aquellos dos años de lucha en la Sierra, y aquel primer año de gestación revolucionaria serán apenas unas pequeñas líneas en la historia de nuestra Revolución y de la revolución mundial.

Pero por pequeñas que sean esas líneas, por escueto que sea el comentario y la poca importancia que se le reconozca en el futuro, aquella guerra de escaramuzas de un grupo de hombres que tuvo como virtud fundamental la de tener fe, en esas pequeñas líneas, necesariamente, debe estar inscrito el nombre de Camilo. Porque aun cuando su actuación comparada ya retrospectivamente, es fugaz, y con el correr de los años será más fugaz en tiempo; su acción, su influencia, sobre los hombres que tuvieron la fortuna de participar en toda aquella serie de sucesos, fue enorme.

Y aun, cuando siempre lo digamos mecánicamente, y aun cuando parezca una de las tantas frases con que se adornan la vida de los héroes caídos, por lo menos, créanme, cuando lo digo con toda la más grande sinceridad, que para mí, Camilo no ha muerto. Y que su influencia, la de su acción, la de su comportamiento de revolucionario, sirve todavía y servirá siempre, para corregir los errores, la cantidad de errores que día a día cometemos, la cantidad de injusticias y de debilidades revolucionarias que día a día cometemos.

Y en la medida en que la acción de aquel grupo tenga también repercusión sobre la historia de Cuba -como de hecho la tiene-, en la medida de la importancia que la historia futura asigne -como de seguro asignará- a nuestro dirigente máximo, a Fidel Castro, allí también, participando de esa medida, participando también de su acción sobre Fidel, como compañero, como revolucionario al cual se le tenía la más absoluta de la fe y al cual se recurría en los momentos de peligro, también figurará Camilo.

Y ésa, es su gloria eterna. La que yo he tratado de expresar y la que creo que sobrevivirá mucho más, que incluso, el recuerdo vivido de los años de guerra.

Eso es todo compañeros.
 
La visión del Che acerca de Camilo Cienfuegos
http://www.jarucoradioweb.icrt.cu/index.php?option=com_content&view=article&id=47:camilo-cienfuegos-cuba&catid=42&Itemid=201&lang=es


Dijo el Guerrillero Heroico, Ernesto Che Guevara, del Héroe de Yaguajay… “Lo que a nosotros, los que recordamos a Camilo como una cosa, como un ser vivo, siempre nos atrajo más, fue lo que también a todo el pueblo de Cuba atrajo: su manera de ser, su carácter, su alegría, su franqueza, su disposición de todos los momentos a ofrecer su vida, a pasar los peligros más grandes con una naturalidad total, con una sencillez completa, sin el más mínimo alarde de su valor, de sabiduría, siempre siendo un compañero de todos, a pesar de que ya al terminar la guerra era, indiscutiblemente, el más brillante de todos los guerrilleros”.

De esta forma elocuente señaló el Comandante Ernesto Che Guevara la visión que tenía acerca de quien fuera uno de sus más entrañables amigos y compañeros de lucha, el Comandante Camilo Cienfuegos.

Estas palabras fueron pronunciadas por el Che durante su intervención en el acto por el quinto aniversario de la desaparición física de Camilo, ocurrida el 28 de octubre de 1959, en un trágico accidente de aviación.

En su breve discurso, el Che detalló cómo fue que comenzó a gestarse durante la lucha revolucionaria, la amistad que lo unió a Camilo Cienfuegos.

Y recordó lo ocurrido el 5 de diciembre de 1956 poco tiempo después que los expedicionarios del “Granma” fueran atacados en Alegría de Pío por soldados de la dictadura batistiana: “Nos habían sorprendido; en la huida yo perdí mi mochila, alcancé a salvar la frazada nada más, y nos reunimos un grupo disperso. Fidel Castro había salido con otro grupo. Quedamos unos diez o doce. Y había más o menos una ley no escrita de la guerrilla que aquel que perdía sus bienes personales, lo que todo guerrillero debía llevar sobre sus hombros, pues debía arreglárselas. Entre las cosas que había perdido estaba algo muy preciado para un guerrillero: las dos o tres latas de conserva que cada uno tenía en ese momento.

“Al llegar la noche, con toda naturalidad cada uno se aprestaba a comer la pequeñísima ración que tenía, y Camilo, viendo que yo no tenía nada que comer, ya que la frazada no era un buen alimento, compartió conmigo la única lata de leche que tenía; y desde aquel momento yo creo que nació o se profundizó nuestra amistad.

Tomando sorbos de leche y velando disimuladamente cada uno que el reparto fuera parejo, íbamos hablando de toda una serie de cosas.”

El Che especificó que hasta ese momento no eran particularmente amigos y que incluso resultaban ser diferentes en cuanto al carácter específico de cada cual, pero que meses después llegaron a intimar extraordinariamente.

De igual modo detalló aspectos poco conocidos de la vida de quien también fuera identificado en nuestra historia como “Señor de la Vanguardia.”

Y a manera de ejemplo, citó la etapa inicial de la lucha en la Sierra Maestra, donde producto del desconocimiento que cada uno tenía de sus propios compañeros y de otros problemas surgieron ciertas desavenencias internas.

En aquellos momentos, según señaló el Che, era necesaria la presencia de hombres sin ambición personal, y que fueran enteramente puros y dedicados a la tarea revolucionaria para realizar el milagro de la unidad. El Che enfatizó al respecto: “Y a esa clase de hombres pertenecía Camilo.” El Che y Camilo se entrelazaron en el desarrollo de la lucha revolucionaria tras el triunfo popular de enero de 1959.

Su relación constituye un ejemplo de hermandad basada en la comunidad de ideales y en principios revolucionarios.

Y al rendir homenaje al legendario luchador y dirigente de la Revolución, en el acto por el quinto aniversario de su desaparición física, el Che resaltó la significación que tenía Camilo en la historia de la Revolución Cubana al expresar: “Difícil de expresar, difícil de mostrar ante ustedes, porque definir en lo que vale un compañero, en lo que vale internamente para cada uno de los que tuvo alguna responsabilidad en la lucha revolucionaria, y en el período de construcción, es algo muy difícil. Pero quería, simplemente, anotar ante ustedes, aunque fuera esa significación interna, privada, que tiene para mí, para muchos de nosotros, Camilo.”

Más allá de lo expuesto en el discurso que pronunciara en La Habana el 28 de octubre de 1964, el Che también había hecho referencia a la significación y vigencia de la vida y la obra de Camilo Cienfuegos en la dedicatoria que le hizo en su libro Guerra de Guerrillas, publicado en La Habana en 1960.

Precisamente en dicho trabajo catalogó a Camilo como el compañero de cien batallas, el hombre de confianza de Fidel, el hombre de mil anécdotas y también como imagen del pueblo.

Y manifestó: “Pero no hay que ver a Camilo como un héroe aislado realizando hazañas maravillosas al solo impulso de su genio, sino como una parte misma del pueblo que lo formó, como forma sus héroes, sus mártires o sus conductores en la selección inmensa de la lucha, con la rigidez de las condiciones bajo las cuales se combatió.”

El Che calificó, además, a Camilo como alguien que practicaba la máxima de Danton sobre los movimientos revolucionarios: audacia y más audacia y detalló que él aplicó con su acción y le dio también el condimento de las otras condiciones necesarias al guerrillero: el análisis preciso y rápido de la situación y la meditación anticipada sobre los problemas a resolver en el futuro. Enfatizó que Camilo era un hombre de mil anécdotas, puesto que las creaba a su paso con naturalidad.

Al detallar algunas de las cualidades de su compañero de lucha, el Che, igualmente, expresó que Camilo unía a su desenvoltura y a su aprecio por el pueblo, su personalidad; eso que a veces se olvida y se desconoce, eso que imprimía su sello a todo lo que le pertenecía: el distintivo precioso que tan pocos hombres logran alcanzar, de dejar marcado lo suyo en cada acción.

Destacó que Camilo practicaba la lealtad como una religión, tanto la lealtad personal hacia Fidel como hacia el pueblo cubano en general y finalmente destacó: “En su renuevo continuo e inmortal, Camilo es la imagen del pueblo.”


Camilo Cienfuegos: fuerza y pasión de su pensamiento revolucionario
http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2014-10-24/camilo-cienfuegos-fuerza-y-pasion-de-su-pensamiento-revolucionario/

El Señor de la Vanguardia fue mucho más que un jefe militar distinguido en los combates. Fidel, sus hermanos de lucha y el pueblo cubano sabían que, unido a su valor como guerrillero y a su carisma personal, estaban la madurez y la fuerza de sus ideas

La imagen del legendario Comandante Camilo Cienfuegos Gorriarán es bien conocida por el pueblo cubano. Su vida y obra se estudian en los textos escolares de Historia de Cuba. En ellos se insiste en su condición de expedicionario del Granma, sus misiones en la vanguardia de las primeras fuerzas del Ejército Rebelde, el papel cuando se convirtió en uno de los primeros en combatir en el llano, sus tareas en la victoria estratégica contra la ofensiva enemiga en el verano de 1958, el mando de la Columna Antonio Maceo en la Invasión a Occidente y, por supuesto, las acciones para tomar Yaguajay en los días finales de la guerra.

El Comandante Ernesto Che Guevara, al evocar a Camilo en el quinto aniversario de su desaparición, expresó: «Lo que a nosotros —los que recordamos a Camilo como una cosa, como un ser vivo— siempre nos atrajo más, fue, lo que también a todo el pueblo de Cuba atrajo, su manera de ser, su carácter, su alegría, su franqueza, su disposición de todos los momentos a ofrecer su vida, a pasar los peligros más grandes con una naturalidad total, con una sencillez completa, sin el más mínimo alarde de valor, de sabiduría, siempre siendo el compañero de todos, a pesar de que ya al terminar la guerra, era, indiscutiblemente, el más brillante de todos los guerrilleros».

Y, reiterando su admiración por el compañero desaparecido, el Che agregó: «… aquel “¿voy bien?” de Fidel, cuando le preguntara a Camilo, en la Ciudad Militar a los primeros días o el primer día de su llegada a La Habana, no significa la casualidad de una pregunta hecha, a un hombre que de casualidad estuviera a su lado, era la pregunta hecha a un hombre que merecía la total confianza de Fidel, en el cual sentía, como quizás en ninguno de nosotros, una confianza y una fe absoluta».
Más que mi jefe militar distinguido

El Señor de la Vanguardia —como lo llamara el Che— fue mucho más que un jefe militar distinguido en los combates. Fidel, sus hermanos de lucha y el pueblo cubano sabían que, unido a su valor como guerrillero y a su carisma personal, estaba la madurez y la fuerza de un pensamiento genuinamente revolucionario.

Camilo Cienfuegos escasamente vivió 301 días después del 1ro. de enero de 1959, pero su pasión revolucionaria fue tan grande que, durante estos 55 años, él ha sido inspiración y fortaleza de la obra de la Revolución.

Tras el triunfo revolucionario, la actividad de Camilo fue decisiva para fortalecer al Ejército Rebelde, aglutinar voluntades de pueblo, unir fuerzas en apoyo a las leyes y medidas de la Revolución, respaldar a su líder y reafirmar definitivamente la toma del poder político. Su incesante batallar en el breve tiempo que vivió en la patria liberada marcó a los cubanos.

En los primeros días del triunfo, Camilo confesó: «Fui a la Revolución porque sabía, estaba muy consciente de que Cuba necesitaba de esa Revolución, que Cuba necesitaba no solamente de la caída del dictador, sino que Cuba necesitaba de esta Revolución que hoy tenemos, para que en Cuba algún día hubiera justicia social y para que algún día, que es este que hoy estamos viviendo, el pueblo de Cuba viviera con plenos derechos y los ciudadanos de esta tierra nuestra no fueran los hombres esquilmados y los hombres siempre explotados».
El pueblo uniformado

Sus ideas para la preparación del ejército de la Revolución quedan al descubierto cuando afirma: «La moral que nos llevó al triunfo, la voluntad que no nos faltó en la lucha, el optimismo que nos alentó en los momentos más difíciles y los ideales que alimentaron la guerra, son los elementos que vamos a emplear en la superación de nuestro ejército, que ya está siendo técnicamente reestructurado para garantizar la seguridad del pueblo y su superación influirá en la vida nacional».

Camilo desarrolló una pujante labor esclarecedora sobre el Ejército Rebelde y la Revolución Cubana. Él pronosticó el papel de las fuerzas armadas. Para ello estimuló la preparación de sus miembros y supo atajar, con certeras respuestas a determinadas fuerzas reaccionarias que intentaban confundir al pueblo: «Esos que aspiran a que nosotros nos dediquemos a los cuarteles, sepan que nosotros, los hombres que vestimos el uniforme verde olivo de la Revolución, entendemos que los trabajos y los sacrificios no terminaron el Primero de Enero sino, al contrario, que los sacrificios y los trabajos, para nosotros, comenzaron el Primero de Enero».

El Señor de la Vanguardia expuso claramente el verdadero carácter de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y las funciones que esta institución tendría en lo adelante, diferenciándola de los ejércitos anteriores. «Este —expresó— es un ejército político, y que se entienda bien la palabra política, no de la política miserable, la política sucia, la política mezquina que se ha hecho en Cuba por más de 50 años. Este es un ejército idealista (de ideales), que velará por los intereses del pueblo, que se meterá donde tenga que hacerlo para evitar que la inmoralidad, la desvergüenza, el desprestigio y el deshonor caigan sobre todos».

Al reiterar su convicción de que el Ejército Rebelde estaba integrado por hombres con uniformes surgidos del pueblo, definió la verdadera esencia de ese ejército capaz de cambiar sus fusiles por azadas para labrar la tierra: «Estamos dispuestos a, con el mismo uniforme, arar si fuera preciso, para que Cuba crezca, para que Cuba florezca, para que la Reforma Agraria sea un hecho positivo, ejemplo de los demás países hermanos para salir de la miseria esta que hemos vivido por más de cincuenta años».
La unidad, el camino a nuevas victorias

El estudio del pensamiento de Camilo permite corroborar que sus mayores esfuerzos estuvieron encaminados a fortalecer la unidad de todas las fuerzas revolucionarias, especialmente, entre los miembros del Ejército Rebelde y el pueblo, en pos de asegurar la victoria. Ello lo expresa cuando dice: «Ya no existen grupos en el Ejército Revolucionario, tenemos que olvidarnos que pertenecíamos a distintos frentes de batalla, a distintas columnas y bajo el mando de distintos comandantes. En la actualidad pertenecemos al Ejército de la República, con un solo frente, Cuba, y con una sola bandera: la cubana.

«(…) Todos los obreros, todos los trabajadores, todas las distintas partes del pueblo, deben unirse cada día más. Es la unidad, el triunfo. En la unidad está la verdadera consolidación de la Revolución y de la libertad que hoy disfrutamos».

En sus palabras siempre convocaba a apoyar la Revolución y a unirnos en ese empeño, convencido de que «este pueblo no se puede dividir (...)».

Como un fiel seguidor de José Martí, llamó a todos los cubanos a guiarnos por el pensamiento martiano, «ese pensamiento y esas ideas martianas que son las que marcaron las pautas para lanzarnos en armas, esas ideas, que son la que están dictando leyes revolucionarias en favor del pueblo».
Hermanados por una causa común

Camilo definió con mucha claridad que «solo hay dos campos en estas tierras nuestras, solamente hay dos posiciones, solamente hay dos caminos, estamos con la Revolución o estamos contra la Revolución. Y sabemos que el pueblo cubano está con la Revolución».

Sus concepciones sobre la defensa armada de la Revolución, coincidían plenamente con las de Fidel y Raúl. Por ello, Camilo dedicó grandes esfuerzos a la idea de armar al pueblo, y tal pensamiento se infiere en estas palabras: «El trabajador quiere armas y nosotros, el Ejército, les vamos a dar a los trabajadores esas armas. Armas contra los enemigos de Cuba.

«Los obreros quieren instrucción militar y nosotros les daremos a esos obreros instrucción militar. Se la vamos a dar porque el pueblo y los trabajadores son iguales que los soldados de este ejército; porque todos estamos para defender la causa común».

Además, avizoró la disposición del pueblo para defender la Revolución y previó qué sucedería el día en que los enemigos intentaran invadir a Cuba: «Nosotros sabemos que si ese día llega, ustedes, y todo el pueblo con nosotros, que defiende la Revolución, sabrán cavar, en las mismas arenas donde desembarquen, las tumbas de los mercenarios que intenten arrebatarnos esta hermosa libertad que hoy vive la república libre de Cuba».
Vencer o morir

Cuando el traidor Huber Matos, como parte de la campaña contrarrevolucionaria, conminó a la dirección de la Revolución para que dijera hasta dónde se iba a llegar, Camilo en su discurso del 21 de octubre, en Camagüey, acentuando el verdadero carácter del proceso triunfante y cuál era su meta, se encargó de responderle: «No es necesario decir aquí hasta dónde va a llevar Fidel Castro la Revolución Cubana. Esa Revolución irá hasta sus límites finales, esa Revolución irá hasta la meta trazada, esa Revolución, como en los días de la guerra, tiene solo dos caminos: vencer o morir.

«Por qué es bueno que todos los compañeros sepan que esta Revolución no se detendrá ante nada ni se detendrá ante nadie. Hasta dónde vamos se nos pregunta, y nosotros decimos que nosotros vamos con esta Revolución hasta el final. Vamos a realizar una verdadera justicia social, vamos a sacar a los campesinos y a los obreros de la miseria en que los tienen sumidos los intereses que hoy mueven las cuerdas de la contrarrevolución. La Revolución Cubana no se detendrá nunca ante nada. Si tenemos que llegar a la luna con un cohete nuestro, a la luna llegará la Revolución Cubana, en un cohete también».

Al destacar que la Reforma Agraria no se detendría aunque se movilizaran grandes intereses dentro y fuera del país, reafirma su confianza en el jefe revolucionario, cuando destaca: «(…) hay hombres como Fidel Castro, que representa al Ejército Rebelde, que representa al pueblo y que está seguido por todos nosotros, que no darán un paso atrás en ninguna ley revolucionaria que signifique avance y progreso para el pueblo».

El 26 de octubre de 1959, dos días antes de su desaparición física, Camilo Cienfuegos fijó la fuerza de sus ideas, cuando en sus últimas palabras declaró: «Y que no piensen los enemigos de la Revolución que nos vamos a detener; que no piensen los enemigos de la Revolución que este pueblo se va a detener; que no piensen los que envían los aviones, que no piensen aquellos que tripulan los aviones que vamos a postrarnos de rodillas y que vamos a inclinar nuestras frentes. De rodilla nos pondremos una vez y una vez inclinaremos nuestras frentes y será el día que lleguemos a la tierra cubana que guarda 20 000 cubanos, para decirles: ¡Hermanos, la Revolución está hecha, vuestra sangre no salió en balde!».

Al finalizar, como queriéndose despedir de su jefe, exclamó: «¡Adelante Fidel, que el Ejército Rebelde está contigo!»