BETTY ALTER

Sara

(un hecho real)

Una tibia mañana de verano, mi padre fue llamado de Brasil, por una señora que con avidez le explicaba un grave problema acaecido hacía muchos años y solicitaba su ayuda.
Les pasó a contar la historia. Hacía unos 25 años, un señor que venía en barco desde la Argentina, rumbo a Israel con sus dos hijos y su esposa, no se sabe bien por qué, él descendió en Montevideo y la llevó a La Colonia Etchepare y la dejó allí y nunca más volvió a buscarla. Él siguió su rumbo hacia Israel, donde se instaló y de alguna forma les dijo a sus hijos que su madre había muerto, los niños eran muy chicos.
Pasó la vida, el hombre se estaba muriendo, y parece una realidad, el temor de la muerte próxima y su partida los hace reflexionar sobre las cosas malas que uno hizo en la vida, pidiendo perdón cuando a veces ya es tarde.
Pero él reunió a los hijos: les dijo que su madre no había muerto y la dejó en el Uruguay en la Colonia Etchepare (un lugar para personas con problemas mentales), no sabía si aún vivía. Días después, murió con esa tranquilidad que le dio al decirle la verdad a sus hijos. (Personalmente, no le daría ninguna bendición por lo que hizo).
Se imaginan cómo quedaron con la noticia los hijos, rápidamente empezaron a decidir qué hacer, llamaron a una prima que vivía en Sao Paulo, lo más cerca de Uruguay que tenían y le contaron esta triste realidad y si podía hacer lo posible para contactarse con el Uruguay.
Mi padre era un hombre que fue Gerente de la Comunidad Judía del Uruguay, por lo tanto recibió ese llamado tan dramático desde Sao Paulo.
El hombre presto siempre a hacer gauchadas y el bien donde pudiera, llamó al rabino de la colectividad, y juntos tomaron un remisse y se fueron directo a la Colonia Etchepare.
Preguntaron por Sara, así se llamaba la señora, y explicaron todo como había sido, y OH SORPRESA ESTABA VIVA. (Cada vez que lo cuento me corre frío.)
Sara, dijeron en la administración, era una mujer tranquila que alguien la dejó hacía 25 años por algún tipo de problemas síquicos, el hombre que la trajo prometió volver al otro día.
Nunca más volvió y nadie la vino a reclamar. Se pidió en los diarios, algún familiar o conocido vinieran a verla pero el silencio fue absoluto, no vino nadie. Sara fue una persona pasiva total, buena que vivía en una de esas cabañas que parece que había allá en dicha Colonia, con otras personas que no eran problema como ella.
Mi padre y el rabino fueron a verla y algo increíble, les hablaba en polaco, idioma materno que ella tenía y nunca fue olvidado. Sara hablaba como si sus hijos fueran chicos, conversaba de ellos como si el tiempo se hubiera detenido, de su escuela, eran una nena y un varón. Mi padre que hablaba polaco siguió su conversación con una pena y una tristeza enorme en su alma de ver cómo había abandonado ese mal hombre a esta mujer que quizás con un buen tratamiento hubiera salido a flote de su problema.
Se le preguntó si quería volver a ver a sus hijos y ella contestó que sí, que no sabía dónde estaban, que no los veía hace tiempo y pensaba quizás hubieran crecido.
Había mucho para rescatar todavía. Después de dialogar bastante tiempo en su idioma madre aparte de hablar castellano que siempre lo hizo, se despidieron y diciéndole a la Colonia que ellos se iban a ocupar de Sara, así los últimos años de su vida pudiera estar con su familia, y se fueron con ese sabor amargo que te da ver lo que un ser humano es capaz de hacer.
Apenas volvieron a Montevideo, David llamó a Sao Paulo, habló con esa prima y le explicó cuál era la situación y cómo estaba Sara etc., etc., en fin todo lo sucedido allá, la familia estaba así al tanto de todo. Ofrecieron la ayuda necesaria y terminó la conversación telefónica.
SORPRESA, no habían pasado 4 días cuando se presentaron en la comunidad, 2 personas que hablaban un castellano muy raro, como que lo hablaron y se habían olvidado, preguntando por David, mi padre se dio cuenta de inmediato que esa mujer nerviosa, con sus manos en constante movimiento y ese hombre con los hombros bajos que parecían decir aquí estamos agobiados, tristes por tamaña osadía de nuestro finado padre pero felices porque la VINIMOS A BUSCAR.
La llevaremos a Israel con nosotros. Demás está decir que todos los empleados lloraban, era una escena nunca vivida, una madre dada por muerta había aparecido con vida, no importaba si estaba totalmente lúcida, si los reconocería o no, lo importante que era Sara su madre y ellos venían en su búsqueda.
David con esa simpatía que tenía los abrazó fuertemente, haciéndolos sentir que no estaban solos en Montevideo, que todo iba a salir bien y que los iban a ayudar, así fue. Viajaron, volaron en remisse hacia la Colonia Etchepare que rápidamente ayudaron en todos los trámites y se la pudieron llevar a un hotel en Montevideo, junto con los hijos (nunca un trámite fue tan rápido como éste, todos quisieron ayudar con su granito de arena).

EL ENCUENTRO fue imborrable, ese hijo se vio en el espejo al ver a su madre muy parecido a ella con los mismos ojos, la misma sonrisa. Corrieron hacia ella con un mamá, mamá, que me hace llorar hasta hoy en día, ese abrazo, esa sensación de amor en aquellos recuerdos de niños porque los dos se acordaban de su madre, de aquella que un día le dijeron que estaba muerta. Allí estaba Sara viva sin entender mucho por qué esos dos personajes grandes que parecieron de pronto la abrazaban y la besaban tanto.
Pasó bastante tiempo para que esos hijos se recuperaran de la emoción, ellos y los que allí estaban y sabían de tal historia. Después, se la llevaron, se la ayudó para que rápidamente tuviera un documento, el pasaporte para poder viajar, así fue.
Y un domingo de sol radiante, el pájaro de acero levanta sus alas en vuelo llevando a 3 almas, recién se tocaban, se conocían y esperaban en el futuro que le quedaba a Sara, le iban a brindar ese amor que le fue negado aunque fuera en la pequeña oscuridad que tenía su mente.
Llegaron a Israel donde los esperaban los nietos, toda la familia perdida, y allí quedó Sara con una sonrisa grande es sus labios. Eran muchos los besos, los abrazos, no importaba ya el pasado, había un presente de amor, una esperanza del futuro, juntos a sus hijos aquellos que les fueron arrebatados de su lado un día sólo porque su mente se obscurecía de vez en cuando.
Finalmente llega la felicidad para Sara, vivió muchos años con sus hijos, estos le dieron todo el amor que estaba dentro de sus corazones. Así termina esta historia que sucedió tal cual como se las conté.             

Betty Alter